dilluns, 15 de desembre del 2014
Bar Granja La Dulcinea
Hoy quiero cambiar un poco el registro y en vez de hablar sobre un restaurante me gustaría hacer mención a una cafetería/chocolatería que para mí tiene mucha historia y buenos recuerdos de las tardes de invierno con mi abuelo.
Se trata de un local de esos que aún consiguen conservar todo el encanto y estilo de principios del siglo XX. Situado en una de las calles más emblemáticas de la ciudad de Barcelona, la calle Petritxol, consigue crear un gap temporal junto con le resto de chocolaterías que se encuentran en el mismo lugar.
Con una amplia oferta en productos que van desde refrescos hasta los más exquisitos chocolates, la Dulcinea (así es como se llama) es el lugar ideal en el que pararse a sentar y tomar algo caliente en una fría y húmeda tarde de invierno.
Cuando pienso en la Dulcinea me viene a mi memoria recuerdos de cuando era pequeña e iba con mi padre y mi abuelo a visitar la feria de Santa Lucía. Mi abuelo nos llevaba a dar una vuelta por las paradas que se amontonan en frente la Catedral de Barcelona y luego entrábamos dentro, dando una vuelta por el claustro y viendo las ocas y la pila en la que me bautizaron. Finalmente salíamos de nuevo al exterior, en pleno casco antiguo de la cuidad para terminar la visita en ese lugar calentito donde un chocolate con nata y unos churros nos aguardaban y refugiaban del frío de diciembre.
Con el paso del tiempo, esa cafetería que para mí había adquirido algo especial se convirtió en el punto de encuentro con mis amigas de la universidad, donde íbamos a tomarnos algo y hacer los trabajos para evitar pasar tantas horas encerradas entre los muros de la universidad. Aún así, siempre que voy a ese lugar me veo entrando con mi abuelo de la mano y sentándonos a tomarnos esos churros.
Una vez más para mí este lugar tiene todas las ventajas de ser un sitio situado en pleno centro y con unos precios no muy elevados. Además, vale la pena visitarlo aunque sea sólo por la historia y encanto del lugar y de sus alrededores.
Es el final perfecto para una visita por la ciudad de Barcelona. No hay nada mejor que pasear a las seis de la tarde de un domingo, viendo las luces y adornos navideños de aquellas calles enrevesadas del casco antiguo para terminar tomando unos churros con chocolate y nata. Lástima que no nieve en Barcelona, pues sería el ingrediente que faltaría a esta merienda de película.
Puedes visitar su página web, la cual te empapará de toda la historia y ambientación del lugar: http://granjadulcinea.com/es/historia/
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